El siguiente gran paso en el perfeccionamiento de las maquinas calculadoras lo dio en 1621 el matemático alemán Wilheim Leibniz. Gottfried Wilheim Leibnitz nació en leipzig en 1646 y fue hijo de un profesor de Filosofía Moral en la Universidad. Leibniz llego al cálculo a través del análisis combinatorio. La notación del cálculo tal y como la conocemos hoy se debe en gran parte a este hombre; Isaac Newton, que había ideado el calculo independientemente, empleaba una notación que solo se usaba en Inglaterra, y que mas tarde se abandonó.

 

Leibniz consiguió crear una maquina que podía sumar, restar, multiplicar y dividir.

Para ello, generalizo los principios de Pascal de realizar la multiplicación y la división mediante la adición y la sustracción repetida. Los elementos clave de la maquina de Leibnitz, eran los cilindros escalonados. Cuando a comienzos del siglo XIX se construyeron las primeras máquinas de calcular comerciales  (construidas por Charles Xavier Thomas, en Alsacia), se incorporaron a ellas las ruedas escalonadas de Leibnitz.

La máquina de Leibnitz no  tuvo ningún éxito comercial, por las mismas causas que sus predecesoras.

Leibnitz también estudió el sistema binario, que es la base de los modernos ordenadores. Pero el interés de Leibniz era religioso y no científico; intentaba construir una prueba de la existencia de Dios. Su sueño era desarrollar un lenguaje simbólico generalizado, y un algebra como instrumento, de forma que se pudiera determinar la verdad de cualquier proposición en cualquier campo de la investigación humana, mediante un simple calculo. Según sus propias palabras no habría ya mayor necesidad de discusión entre filósofos que entre dos contables; les bastaría tomar sus lápices, sentarse ante el tablero y decir: CALCULEMOS  

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